"Deriva". Olga Diego + Diana Lelonek
"Deriva". Olga Diego + Diana Lelonek
2 Jun - 29 Jul 2023
SET ESPAI D'ART
Plaza Miracle del Mocadoret, 4, España
Plaza Miracle del Mocadoret, 4, Valencia, España
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Overview
Tenemos el placer de presentar la exposición “Deriva” de las artistas Olga Diego (Alicante, 1969) y Diana Lelonek (Katowice, Polonia, 1988). Una muestra a dos voces con un elemento común, “Deriva” es una reflexión sobre los efectos de la sobreproducción, el consumo, el uso irreflexivo de la Tierra; sobre esas formas de lucha humana por la dominación que cíclicamente desencadenan cataclismos. Una reflexión compleja y comprometida sobre el futuro, cargada con la visión de una catástrofe inminente. Es un manifiesto de responsabilidad en la era del Antropoceno.
Como una ola cíclica, “Deriva” aborda relaciones enredadas entre el pasado y el presente, combinando perspectivas planetarias y locales as través del prisma de la crisis ecológica y los problemas ambientales. La exposición investiga tanto la problemática de la acumulación y exportación de los residuos, como el saqueo generado por la extracción de la materia prima en las estructuras de explotación capitalistas. La extracción engendra paisajes cicatrizados, así como desechos y lodos tóxicos que no solo extinguen la flora y la fauna, sino que también amenazan los medios de subsistencia de las poblaciones indígenas, planteando la problemática de la justicia medioambiental.
Desde sus inicios, el medio y herramienta de la ecología ha sido y sigue siendo la imagen. Las imágenes son actores importantes, no solo intermediarios, de la discusión política sobre el futuro del planeta y sobre los cambios antropogénicos irreversibles. La apuesta más importante en la lucha que libran los movimientos ecologistas aparece en el debate público principalmente a través de la imagen visual. En “Deriva”, toma la forma de una impresionante distopía o una visión poética del mundo posterior al Antropoceno, atravesando los campos de la naturaleza y cultura, el ser humano y su entorno.
Los últimos tiempos han visto un auge en el acercamiento del arte y el activismo medioambiental, reflejando una nueva urgencia en el tratamiento crítico de los límites del crecimiento, del uso de los recursos y de la sostenibilidad. Plantear la naturaleza como temática no es nada nuevo; gran parte de la historia del arte estuvo influenciada por los seres vivos. El uso demostrativo de la basura como material artístico, sin embargo, es un fenómeno del siglo XX, originado con la inclusión de fragmentos de objetos cotidianos usados por parte del cubismo o el futurismo. A partir de 1919, Kurt Schwitters empleó en sus pinturas los materiales recolectados en la calle: billetes de tranvía, anuncios, desechos de tela, madera y metal, e incluso colillas de cigarrillos. En 1954, Robert Rauschenberg creó sus primeros Combines con pintura, basura y objetos encontrados. En la década de 1960 fueron los artistas del Junk Art y el arte povera quienes reflejaron el profundo cambio social y económico de las privaciones de la posguerra a una sociedad basada en el consumo y el desperdicio mediante el uso de basura y chatarra como materiales en su trabajo.
Como una profecía, vuelven hoy las palabras de “El Graduado”: "Solo una palabra: Plásticos". Desde la década de 1950 se ha establecido en el mundo occidental una cultura consumista de usar y tirar, desencadenando una avalancha de materiales fabricados químicamente. En 1955, la revista LIFE llegó a recomendar a sus lectores "desecharse la vida", alegando que el uso del plástico reduciría la cantidad de tareas domésticas tediosas, permitiendo un ahorro de su precioso tiempo. Tal estilo de vida fue posible gracias a la disponibilidad y variedad de artículos desechables: botellas, vasos, platos, pañales. La vorágine consumista asomó pronto su otra cara: vertederos en continuo crecimiento. Una economía de desechos sofisticada nos libera momentáneamente, ocultándolos de la vista; clasificados, retirados, quemados, limpiados, compostados, reciclados, depositados en minas en desuso, exportados; lo que desechamos no deja de existir, pero sí está fuera de nuestro campo visual. Los elementos que no se consideran funcionales se eliminan de la vista y del área de interés. Los objetos abandonados por el hombre pierden su papel de portadores de los significados y, por el mero hecho de persistir en su existencia contra el hombre, se convierten en un comentario crítico sobre la vida de la Tierra, un vestigio acusador contra la historia humana.
La particular materialidad del plástico es uno de las protagonistas de la exposición. Con “Isla Flotante”, proyecto que une arte, educación y ecología, Olga Diego invade la galería con miles de botellas de plástico, visualizando la catastrófica acumulación de plástico en los mares. Al utilizar el material descartado por la sociedad de consumo, formula críticas pioneras a la transformación del desperdicio dentro de las geografías capitalistas. Diego evidencia la ubicuidad y la potencial indestructibilidad del material, su toxicidad y el eminente peligro para el medio ambiente, al penetrar la plastisfera en la litosfera, la atmósfera, la hidrosfera o la biosfera.
Un tiempo de comienzos, lleno de herencias y de memorias; y un tiempo del futuro, de continuidad, de criar y nutrir lo que aún puede llegar a ser. En Olga Diego y Diana Lelonek unen en “Deriva”, mirando al pasado se preguntan sobre el futuro, combinando la historia social con una perspectiva global. En la serie de collages “Barbórka”, Lelonek se remonta a los inicios de la historia de la minería en Silesia, a la era del Carbonífero y al origen de la extinción de los bosques de cola de caballo y zarzo, que a lo largo de los siglos se convirtieron en carbón. La historia termina en el momento presente, cuando el proceso de quema de plantas extintas hace milenios provoca una nueva gran extinción de especies. Aquí, la historia profunda y las eras de los seres humanos y no humanos se fusionan, creando un ciclo cerrado y complejo entre dos épocas distantes, entrelazadas en el proceso de extracción y quema de carbón. Lelonek articula la posibilidad de comunicación entre grupos y visiones tradicionalmente antagónicos: los que luchan contra la crisis climática planetaria y los que defienden la economía y las tradiciones locales. ¿Cómo organizar el futuro sin olvidar el pasado. ¿Cómo conservar lo natural y lo cultural? ¿Cómo transformar las regiones mineras cuidando las tradiciones locales creadas en torno a la explotación del entorno natural? Como un zumbido amenazador, la instalación “Melting Gallery” pone la banda sonora a la historia global tejida en “Deriva”. En la obra sonora multicanal, Lelonek recopila tres glaciares alpinos en deshielo, construyendo una sinfonía de una catástrofe imminente, teñida de amenaza y de ansiedad.
"Seguir con el problema" en lugar de ignorarlo o abandonarlo cuando resulta imposible de resolver, propone la filósofa Donna Haraway. Para Haraway es esencial aprender a vivir y morir juntos en una tierra herida para poder construir un futuro más vivible. Seguir con el problema requiere aprender a estar verdaderamente presentes, a comprender el eje entre los tiempos pasados y los futuros apocalípticos o esperanzadores. Antes de bajar la persiana en verano, con “Deriva” deseamos estar presentes de cara a la próxima crisis planetaria.
Como una ola cíclica, “Deriva” aborda relaciones enredadas entre el pasado y el presente, combinando perspectivas planetarias y locales as través del prisma de la crisis ecológica y los problemas ambientales. La exposición investiga tanto la problemática de la acumulación y exportación de los residuos, como el saqueo generado por la extracción de la materia prima en las estructuras de explotación capitalistas. La extracción engendra paisajes cicatrizados, así como desechos y lodos tóxicos que no solo extinguen la flora y la fauna, sino que también amenazan los medios de subsistencia de las poblaciones indígenas, planteando la problemática de la justicia medioambiental.
Desde sus inicios, el medio y herramienta de la ecología ha sido y sigue siendo la imagen. Las imágenes son actores importantes, no solo intermediarios, de la discusión política sobre el futuro del planeta y sobre los cambios antropogénicos irreversibles. La apuesta más importante en la lucha que libran los movimientos ecologistas aparece en el debate público principalmente a través de la imagen visual. En “Deriva”, toma la forma de una impresionante distopía o una visión poética del mundo posterior al Antropoceno, atravesando los campos de la naturaleza y cultura, el ser humano y su entorno.
Los últimos tiempos han visto un auge en el acercamiento del arte y el activismo medioambiental, reflejando una nueva urgencia en el tratamiento crítico de los límites del crecimiento, del uso de los recursos y de la sostenibilidad. Plantear la naturaleza como temática no es nada nuevo; gran parte de la historia del arte estuvo influenciada por los seres vivos. El uso demostrativo de la basura como material artístico, sin embargo, es un fenómeno del siglo XX, originado con la inclusión de fragmentos de objetos cotidianos usados por parte del cubismo o el futurismo. A partir de 1919, Kurt Schwitters empleó en sus pinturas los materiales recolectados en la calle: billetes de tranvía, anuncios, desechos de tela, madera y metal, e incluso colillas de cigarrillos. En 1954, Robert Rauschenberg creó sus primeros Combines con pintura, basura y objetos encontrados. En la década de 1960 fueron los artistas del Junk Art y el arte povera quienes reflejaron el profundo cambio social y económico de las privaciones de la posguerra a una sociedad basada en el consumo y el desperdicio mediante el uso de basura y chatarra como materiales en su trabajo.
Como una profecía, vuelven hoy las palabras de “El Graduado”: "Solo una palabra: Plásticos". Desde la década de 1950 se ha establecido en el mundo occidental una cultura consumista de usar y tirar, desencadenando una avalancha de materiales fabricados químicamente. En 1955, la revista LIFE llegó a recomendar a sus lectores "desecharse la vida", alegando que el uso del plástico reduciría la cantidad de tareas domésticas tediosas, permitiendo un ahorro de su precioso tiempo. Tal estilo de vida fue posible gracias a la disponibilidad y variedad de artículos desechables: botellas, vasos, platos, pañales. La vorágine consumista asomó pronto su otra cara: vertederos en continuo crecimiento. Una economía de desechos sofisticada nos libera momentáneamente, ocultándolos de la vista; clasificados, retirados, quemados, limpiados, compostados, reciclados, depositados en minas en desuso, exportados; lo que desechamos no deja de existir, pero sí está fuera de nuestro campo visual. Los elementos que no se consideran funcionales se eliminan de la vista y del área de interés. Los objetos abandonados por el hombre pierden su papel de portadores de los significados y, por el mero hecho de persistir en su existencia contra el hombre, se convierten en un comentario crítico sobre la vida de la Tierra, un vestigio acusador contra la historia humana.
La particular materialidad del plástico es uno de las protagonistas de la exposición. Con “Isla Flotante”, proyecto que une arte, educación y ecología, Olga Diego invade la galería con miles de botellas de plástico, visualizando la catastrófica acumulación de plástico en los mares. Al utilizar el material descartado por la sociedad de consumo, formula críticas pioneras a la transformación del desperdicio dentro de las geografías capitalistas. Diego evidencia la ubicuidad y la potencial indestructibilidad del material, su toxicidad y el eminente peligro para el medio ambiente, al penetrar la plastisfera en la litosfera, la atmósfera, la hidrosfera o la biosfera.
Un tiempo de comienzos, lleno de herencias y de memorias; y un tiempo del futuro, de continuidad, de criar y nutrir lo que aún puede llegar a ser. En Olga Diego y Diana Lelonek unen en “Deriva”, mirando al pasado se preguntan sobre el futuro, combinando la historia social con una perspectiva global. En la serie de collages “Barbórka”, Lelonek se remonta a los inicios de la historia de la minería en Silesia, a la era del Carbonífero y al origen de la extinción de los bosques de cola de caballo y zarzo, que a lo largo de los siglos se convirtieron en carbón. La historia termina en el momento presente, cuando el proceso de quema de plantas extintas hace milenios provoca una nueva gran extinción de especies. Aquí, la historia profunda y las eras de los seres humanos y no humanos se fusionan, creando un ciclo cerrado y complejo entre dos épocas distantes, entrelazadas en el proceso de extracción y quema de carbón. Lelonek articula la posibilidad de comunicación entre grupos y visiones tradicionalmente antagónicos: los que luchan contra la crisis climática planetaria y los que defienden la economía y las tradiciones locales. ¿Cómo organizar el futuro sin olvidar el pasado. ¿Cómo conservar lo natural y lo cultural? ¿Cómo transformar las regiones mineras cuidando las tradiciones locales creadas en torno a la explotación del entorno natural? Como un zumbido amenazador, la instalación “Melting Gallery” pone la banda sonora a la historia global tejida en “Deriva”. En la obra sonora multicanal, Lelonek recopila tres glaciares alpinos en deshielo, construyendo una sinfonía de una catástrofe imminente, teñida de amenaza y de ansiedad.
"Seguir con el problema" en lugar de ignorarlo o abandonarlo cuando resulta imposible de resolver, propone la filósofa Donna Haraway. Para Haraway es esencial aprender a vivir y morir juntos en una tierra herida para poder construir un futuro más vivible. Seguir con el problema requiere aprender a estar verdaderamente presentes, a comprender el eje entre los tiempos pasados y los futuros apocalípticos o esperanzadores. Antes de bajar la persiana en verano, con “Deriva” deseamos estar presentes de cara a la próxima crisis planetaria.