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“Pinto, luego existo” esta cita que proviene de la famosa frase latina cogito ergo
sum que promulgó Descartes, define muy bien la personalidad de Roice 183. Con
una trayectoria incesante se ha dedicado desde la adolescencia a pintar; práctica
que le ha conducido hasta sus actuales abstracciones donde la realidad y la simpleza
resultan desestimadas, pues como afirmaba Kandinsky “los objetos dañan
las imágenes”.
Con orígenes como escritor de graffiti, el punto de inflexión de su carrera transcurre
al instalarse en un estudio donde experimenta nuevos soportes. Es por ello
que sus obras están ligadas a las zonas que transita: las ciudades y los extrarradios
donde practica el graffiti. El paisaje urbano y todo lo que arrastra como pintadas,
tagging (firmas), papeles arrancados, dibujos, ruinas, residuos etc. forman
parte de su proceso creativo.
Todo es una excusa para pintar. Mediante rápidas pinceladas que suma y resta,
conforma veladuras consiguiendo degradados accidentales. Estos borrados espontáneos
en los que el autor se despoja de todo control, son parte fundamental
de su obra. Impulsos directos del alma que compara con su lado de artista de calle
en los que resalta el carácter efímero de las producciones debido al desgaste
del paso del tiempo, por los denominados buffing o limpieza de pintadas que las
instituciones eliminan.
La exposición Tal vez mañana presenta una nueva serie de trabajos, en las que el
Roice 183 se detiene para pensar en la permanencia, el paso del tiempo y la posibilidad
del mañana. Una pintura más madura y menos colorida con predominio
de diferentes tonalidades en las que destaca el gris (ni blanco, ni negro) como
metáfora de vida “mientras no se haya pintado un gris no se es pintor” decía
Paul Cézanne. Este giro en la obra del pintor es una nueva etapa que derivan del
sentimiento de lejanía que siente por separarse del grafiti. Distanciamiento natural,
que persigue la idea de reinventarse y conocer sus límites pictóricos sobre el
lienzo.
La mirada liberada es aquella que se emancipa no ya sólo de las convenciones
de la figuración clásica, sino también del requisito constitutivo del arte moderno,
es decir, la expresión en la forma que sea de la interioridad del artista. ¿Pues que
tienen en común los gestos de Rauschenberg, Murakami y Klein (…)?1 El lenguaje
compositivo de Roice 183 continúa presentando retratos íntimos que expresa
mediante elementos arquitectónicos que combina y superpone con formas planas
que otorgan dimensionalidad a las composiciones. Estructuras y formas que
reinciden y mutan para llegar al contacto con la naturaleza nos recuerdan a obras
de Klee y al collage vanguardista con acentos cubistas.
Un itinerario que reivindica motivaciones, métodos y procesos de trabajo del
artista que continúa con el seudónimo de escritor pero que se plantea nuevos
retos. Energéticas pinturas con las que se divierte y se deja guiar por el flujo de
conciencia. Pensamientos y sensaciones de la mente consciente que laten al ritmo
de las pinceladas y del tiempo sin saber que pasará. Después de todo, mañana
será otro día para pintar.
María Guillem / Historiadora y crítica de arte
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